Ahí está siempre. En la parte superior del menú, a la izquierda y disimulada entre manjares y batiburrillos variados: la ensalada verde. Y bien verde que debe de estar… de envidia. Envidia cual vecina cotilla que espía por la mirilla de la puerta, que mira de reojo el correo de los demás y que echa pestes a los modelitos de la del segundo. Envidiosa del protagonismo que nunca se le da. La pobre….
Pero es que la ensalada verde es sosa, insípida y aburrida. Alguna vez ha hecho el mero intento de sorprender con un tomatito o dos…. A veces, incluso, te asombra con pepinos. Es un quiere no puede. Al final, siempre acaba rindiéndose, bajando las armas y aclamando: Si, yo soy esas cuatro hojas que acompaña el plato combinado y que no te comes ni con un soborno.
O sí…
Tengo una oferta que no vas a poder rechazar. (Ahora viene la imagen del traje de gris, las cejas levemente arqueadas y la mirada de vendedor de enciclopedias); VINAGRETA. Y para chuparse los dedos. Este aliño es una fox-trot rápido de hacer (lo puedes hacer mientras te atas los cordones… imagina!) y que hará brillar cualquier ensalada. Hasta la vecina del primero te pedirá la receta…
1/4 de vaso de Aceite de Oliva
Jugo de 1/2 Limón
3 cucharadas de Miel
1 Cucharada de Mostaza de Dijon
Sal y Pimienta negra molida
Trapo de Bra